Quedó en caja
Desde
los primeros ready-made creados por Marcel Duchamp, pasando por los objetos
surrealistas, neodadaistas, neorealistas, povera, conceptualistas,
apropiacionistas, hasta las instalaciones objetualistas de finales de los
90, la elevación de un objeto común a la categoría de entidad artística
ha ocupado primeros lugares en las preferencias de los artistas a la hora de
plantear una propuesta de Arte Contemporáneo.
El
artista, de acuerdo con una intencionalidad estética-plástica, selecciona
un objeto que le rodea, ya sea de producción industrial o no, lo despoja de
sus relaciones y considerados contextuales y lo introduce a la órbita simbólica del arte, asignándole otros significados que lo convierten
en una entidad distinta a la de origen, que demanda el desencadenamiento de
nuevas asociaciones y, por ende, sugiere una serie de connotaciones,
enriquecidas por el imaginario de quien observa y siente.
La
joven artista Yasmila Castillo Awad parte de estas enseñanzas de la
Historia del Arte y realiza una obra titulada “Quedó en Caja” (alusión a que nadie ganó y todos perdimos)
donde plantea metafóricamente el abandono, la perdida y la desolación
del campo colombiano producida por múltiples razones, entre otras, por la
agudización del conflicto armado principalmente en las zonas rurales del país.
Para lo cual establece una minuciosa búsqueda y selección, especie
de arqueología del presente, de las herramientas de labranza y trabajo
campesino que fueron abandonadas por sus dueños en su apresurada huida del
hambre, del terror y de la muerte.
Pero
Castillo no se queda en las lecciones históricas e instala las herramientas
en cajas y repisas asépticas, pintadas con un blanco frío y neutro, quizás
con el color de la indiferencia social.
Es así como zapapicos, cavadores, machetes, palas y otros, con sus
particulares diseños y formas, enriquecidas con las texturas de la
herrumbre, dejan de ser una especie de yermo inventario de herramientas
abandonadas, para convertirse en una colección de objetos inútiles, sin
función alguna –disfuncionalidad característica del arte– pero
conservando el sello de la desolación de sus dueños, que los evocan con
nostalgia mientras engrosan los cordones de miseria de las inseguras
ciudades colombianas.
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