Colombia
sí
se
mira
en
el
espejo
Carlos
Rodado
Noriega
15/10/2009
–
elpais.com
En
nuestro país siempre se leen o escuchan con respeto las
opiniones de otras personas y más si se expresan a través de
la prensa. En ese contexto y sin ánimo de polemizar sobre
las apreciaciones del periodista Miguel Ángel Bastenier, en
relación con su posición adversa a la reelección del
presidente Álvaro Uribe Vélez, publicadas en la edición del
diario EL PAÍS del 12 de octubre, no puedo dejar pasar por
alto afirmaciones que vulneran la imagen de Colombia y de su
democracia, pintándonos a los colombianos como una masa de
tontos cuya voluntad es manipulable y a su presidente,
democráticamente elegido, como un dictador.
Independientemente de la opinión que se tenga de la
reelección presidencial, lo que no se puede es tratar de
sustentarla sugiriendo que en Colombia existe una democracia
espuria, donde eso que se llama opinión pública "se reduce a
poco más de un tercio de sus 45 millones de habitantes, que
son los que votan...".
En nuestra nación la abstención electoral ha sido
históricamente más alta que en otros países, pero ese
fenómeno se explica por dos hechos: el voto no es
obligatorio, en respeto a la libertad individual y, por otro
lado, es un hecho notorio y público, reconocido por todos
los partidos, que el potencial electoral está
sobredimensionado porque los problemas de orden público han
dificultado la actualización de los censos de votantes y las
estadísticas siguen presentando como potenciales electores a
un número alto de fallecidos.
La democracia colombiana es la más antigua y la más estable
de América Latina, soportada en instituciones que se
caracterizan por su fortaleza e independencia. Hemos elegido
democráticamente a nuestros presidentes afrontando los
embates del terrorismo y nuestro país ha sido una honrosa
excepción de respeto a la voluntad popular aún en la década
de los setenta, cuando el continente suramericano estaba
literalmente tomado por dictadores.
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Los medios de comunicación gozan de libertad plena,
principio reconocido desde el comienzo de nuestra vida
republicana y asentado en la conciencia colectiva de la
nación, que se podría sintetizar en la frase de Belisario
Betancur, cuando ejerció la presidencia de Colombia: "Es
preferible una prensa desbordada que una prensa amordazada".
Otra demostración palpable de la fortaleza democrática de
nuestro país y de su pluralismo político es el hecho de que
los dos últimos alcaldes de la ciudad de Bogotá, la urbe más
grande de nuestro país y su capital administrativa y
política, han sido elegidos en representación del partido
Polo Democrático que congrega a ex militantes del movimiento
guerrillero M-19.
Ninguna nación del mundo ha sufrido tanto los arteros golpes
del terrorismo y del narcotráfico como Colombia. Por lo
mismo, la valoración que el pueblo colombiano le asigna a la
seguridad como valor insustituible para el individuo y para
la sociedad, no es el mero resultado de un ejercicio virtual
que simula agresiones o hechos violentos como los que se ven
en películas o series de televisión. No; es la experiencia
de una tragedia vivida y sufrida como realidad lacerante y
dantesca, que se manifestaba en más de 3.000 secuestrados al
año; cargas explosivas colocadas en centros comerciales, en
colegios o en aviones de pasajeros que estallaban en pleno
vuelo, ciudades con las tasas de homicidios más altas del
mundo y una ciudadanía que no se podía mover de un sitio a
otro atrapada en el terror generado por grupos armados
ilegales de todos los matices.
No es un acto de irracionalidad o de analfabetismo político
el que los colombianos, cuando se les consulta su intención
de voto en las próximas elecciones presidenciales prefieran
a Uribe en una relación que supera varias veces a la suma de
las intenciones de voto por los otros candidatos juntos, que
son más de 15. Bastenier queda perplejo ante esa realidad,
pero la respuesta es muy sencilla: Uribe le devolvió la
seguridad a una nación que no quiere volver a perderla.
Si se quiere mostrar la realidad colombiana, no se puede
dejar de mencionar los avances que en materia de seguridad,
calidad de vida y crecimiento económico ha reportado nuestro
país en los últimos siete años, gracias al liderazgo del
presidente Álvaro Uribe. Es ésta y no otra la razón por la
cual hoy en día, el presidente sigue contando con el
respaldo y la confianza de más del 70% de los colombianos.
Como resultado de la gestión del presidente Uribe, nuestro
país ha sido señalado hace apenas un mes como el de mejor
clima para hacer negocios en América Latina por el informe
Doing Business del Banco Mundial. En ocho años el PIB
se ha duplicado, el indicador de nivel de pobreza ha
disminuido 14 puntos y hemos conseguido una cobertura del
90% en régimen subsidiado de salud. Nuestro Gobierno ha
dinamizado la economía y ha diseñado políticas para
incentivar la inversión local y extranjera y generar empleo.
Más de 170 empresas españolas afincadas en Colombia pueden
dar fe del excelente clima de negocios que prima en nuestro
país y del ambiente de seguridad que se respira.
En el Informe de Desarrollo Humano para el 2009
publicado por la ONU, se muestra el notable avance que
Colombia ha tenido en la dimensión social, pasando de un IDH
de 0,772 en el año 2000 a 0,807 en el 2007, lo que le
permitió a nuestro país subir a una nueva categoría, la de
desarrollo humano más alto. Allí se muestra que Colombia fue
el país que registró el mayor avance después de China. Las
condiciones de salud, educación e ingreso promedio de los
colombianos han mejorado indudablemente. En el índice de
pobreza humana, el país ocupa el puesto 34 entre 135 países
y, como saben los analistas económicos, estos niveles
tienden a ser más el resultado de políticas públicas
permanentes que de bonanzas económicas ocasionales y
momentáneas.
Colombia es hoy en día un ejemplo en la región y estamos
seguros de que ésa es la realidad que ven los organismos
multilaterales, que no son susceptibles de ser seducidos o
hipnotizados y es también la imagen que el espejo devuelve a
los colombianos cada mañana.