Columna: Reflector Mundial
ODM: ¿examen regular o
reprobado?
Por Ignacio
Pareja Amador
www.reflectormundial.blogspot.com
Bajo la advertencia de que existen marcadas diferencias
entre los niveles de desarrollo y compromiso
de
los países latinoamericanos, la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL) coordinó con otros
órganos subsidiarios de Naciones Unidas, un examen
acerca de los avances de la región en materia de los
Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), un compromiso
internacional que asumieron los gobiernos de 189 Estados
Miembros de Naciones Unidas en septiembre del año 2000,
cuando firmaron la Declaración del Milenio, esto con el
fin de hacer del mundo un mejor lugar para habitar y
centrar los esfuerzos internacionales en la lucha de
aquellos problemas que nos afectan a los ciudadanos del
mundo, sobre todo a quienes vivimos en países en
desarrollo y en países menos adelantados.
De acuerdo con este examen en muchos
aspectos se veían avances significativos, pero la crisis
económica internacional frenó el progreso en varios
rubros e incluso quebró las tendencias positivas.
Como una síntesis podemos decir que a
cinco años de que se cumpla el plazo para la mayoría de
los ODM América Latina ha avanzado en los siguientes
objetivos: En materia de erradicación de la pobreza
extrema llevamos un avance del 85%, ya que el porcentaje
de personas bajo esta condición ha disminuido de
representar 22.5% de la población en 1990 a 12.9% en
2008. Sin embargo, todavía existen rezagos en las zonas
rurales, siendo que su tasa de indigencia es casi tres
veces superior en comparación con las zonas urbanas.
En cuanto a reducir el hambre sabemos que
entre 2004 y 2006, pese a que la región supera en 40% la
disponibilidad de alimentos requeridos por la población,
había 45 millones de personas que no tenían acceso
suficiente a los alimentos. El avance en esta materia es
de apenas el 22%.
En cuestión de educación hay buenas
perspectivas, pues entre 2007-2008 las tasas de
matrícula de enseñanza primaria eran del 90%, pero aún
había bastas brechas entre la educación que reciben las
personas de ingreso medio, medio alto y los más
desfavorecidos, sin contar el problema del analfabetismo
funcional.
En materia de salud, en particular la
reducción de la mortalidad infantil, sabemos que sólo un
tercio de los países de la región alcanzará esta meta,
mientras que en cuestión de mejorar la salud materna la
región está estancada, siendo uno de los principales
problemas las elevadas tasas de fecundidad adolescente
que tienden a reproducir la pobreza. En el combate al
VIH-SIDA y al Paludismo hay buenas expectativas en AL,
pues tenemos menos incidencia de estas enfermedades que
otras regiones del mundo.
En materia de inserción comercial sabemos
que el 95% de las exportaciones enviadas a los países
desarrollados entran libres de aranceles, pero se
constituyen de productos con bajo valor agregado, además
de que persiste el problema de los subsidios, por parte
de los desarrollados, hacia sus sectores agrícolas, lo
cual nos impide competir de forma justa e igualitaria.
Habiéndose cumplido dos terceras partes
del tiempo previsto para la mayoría de los ODM podemos
decir que pese a los avances en algunos rubros, aún
estamos lejos de dar satisfacción a los compromisos
asumidos en la Declaración del Milenio.
Algunos resultados son devastadores como
el hecho de que AL sea la región más desigual del mundo;
que tengamos la tasa de deforestación más alta del
planeta, mientras las emisiones de carbono han crecido
de forma sostenida. Además de que hay más de 100
millones de personas que viven en condiciones
inaceptables, o sea uno de cada seis habitantes.
El desarrollo económico, social y
político es una condición que no sólo debe preocuparnos
a quienes vivimos en países en desarrollo o menos
avanzados, es una condición que se asumió como un
compromiso global, así lo estipula el octavo ODM
-Asociación Mundial para el desarrollo-, ya que quienes
habitamos este planeta manifestamos que estamos
dispuestos a mejorar la vida de nuestros iguales,
independientemente de que estos vivan en países, etnias
o culturas distintas a la nuestra.
Para lograr las metas es necesario
diseñar políticas públicas que tomen en cuenta la
interdependencia que existe entre los problemas que
tratan de combatir los ODM. Quienes habitamos en países
menos desarrollados tenemos la responsabilidad de
exhortar a nuestros gobiernos a detener la transmisión
intergeneracional de la desigualdad y la pobreza,
debemos por tanto conminarlos a reforzar sus
planteamientos de política pública en apoyo de los menos
favorecidos, quienes son al final de cuentas, los que se
ven mayormente afectados por los estragos del
subdesarrollo.
|