Columna: Reflector Mundial
Atravesar el Muro
Por Ignacio
Pareja Amador
www.reflectormundial.blogspot.com
Los muros te acompañan toda la vida, te
atrapan, te someten, te brindan protección, te ocultan
del
mundo
e impiden que el mundo te absorba. Se nutren de polvo,
huellas, roturas, grafitis, humedad, contextos,
cicatrices y paisajes que sólo pueden ser creados por el
tiempo.
Esta
es una introducción poco usual (romántica) que hemos
escuchado sobre una temática que genera gran polémica a
nivel internacional: la cuestión de las barreras, las
fronteras y los muros que dividen a las naciones. Sobre
todo porque denota la importancia de las decisiones
políticas (tanto nacionales como internacionales) y sus
efectos en la sociedad, en la manera de vivir de un
pueblo, en las costumbres, tradiciones e incluso en su
historia.
Para cuando esta colaboración llegué a
sus manos habremos celebrado el veinte aniversario de la
caída del muro de Berlín, aquella cortina de acero como
decía Winston Churchill, que separaba al mundo en dos
ideologías aglomeradoras y envidiosas: el socialismo y
el capitalismo.
Habremos conmemorado el derrumbamiento de
cerca de 45 Km de concreto, alambre, vayas, torres de
vigilancia, etc., que no sólo separaba a Berlín Oriental
del Occidental, sino que era un símbolo de la férrea
lucha antagónica en la que estuvieron inmersos casi
todos los países del mundo: la Guerra Fría.
Una fecha como la que ahora celebramos es
una gran fiesta nacional para los alemanes, para aquel
país que hoy en día es el quinto más rico del mundo, el
motor financiero e industrial de la Unión Europea, el
más poblado de esta integración. Aunque también es un
evento que aplaudimos a lo largo del globo como el fin
de una era.
Los principales actores de aquel
acontecimiento, EE.UU. y Rusia elogian el fin de una
época marcada por la hostilidad política y la carrera
armamentista, lo hacen en el marco de un acercamiento
sin precedentes, pero que no ha visto el alivio total de
las tensiones entre estos gigantes militares, sobre todo
porque la política exterior de aquellos países depende
en gran medida de los lideres que han llegado al poder,
por ello no observamos grandes avances en la relación
bilateral cuando gobernaba Bush Jr. y Putin.
Hace veinte años, la humanidad reconoció
que los muros sirven para detener el progreso, segregan
naciones con fines políticos, separan con fines
económicos, aíslan con fines raciales. Que en la
construcción de cualquier barrera fronteriza ambas
partes son culpables por bastas razones: inequidad
social, discriminación racial o religiosa, falta de
oportunidades de desarrollo, pobreza, corrupción,
desempleo, injusticia, etc., pero también nos dimos
cuenta que la única víctima es la sociedad, el pueblo,
quienes huyen por causas propias y se encuentran con
barreras materiales y sociales que les impiden ejercer
su libertad en cualquier territorio.
La idea de un muro entre dos naciones es en sí misma
negativa, hace evidente que tenemos razones para
protegernos de nuestros vecinos, que preferimos la
prevención antes de la propuesta, que la humanidad es de
lento aprendizaje o que éste sólo puede venir acompañado
de la calamidad.
Pese a esta lección, los ciudadanos del
mundo observamos con pena y pesar que estamos lejos de
aprender de nuestros errores pasados, que existen
grandes barreras que separan a las naciones de aquella
idea utópica de la aldea global. Hoy en día hay decenas
de muros y barreras en el mundo, separan territorios en
casi todos los continentes. Existen en Marruecos,
Chipre, Israel, Cisjordania, Irak, Kuwait, la península
de Corea e incluso en EE.UU., donde el proyecto de muro
fronterizo avanza sigilosamente pese a la crisis
económica, contrariando lo dicho por su Secretaria de
Estado, Hilary Clinton, en Berlín: “no hay muros que no
podamos derribar”.
Ante este diagnostico, tengamos presente
que lo que aconteció hace dos décadas en Alemania fue
una re-integración inédita, que no tiene comparativos,
que no ocurrirá por ejemplo a corto plazo en las Coreas.
Aquella fue una reconciliación nacional que rebasó la
barrera ideológica, la cual no pudo mermar la identidad
nacional del pueblo teutón, de la nación alemana que
asumió los costos de volver productivo y democrático al
territorio de oriente.
Aquel acontecimiento nos recuerda de
manera individual que todos tenemos nuestras barreras,
nuestros muros cotidianos, aquello que adorna nuestra
vida con complicaciones y es a la vez el sazón de la
misma. Porque se cree que el hombre de hoy no sabe qué
hacer cuando está frente a un muro. Piensa en escalarlo,
saltarlo, superarlo a toda costa, y no se da cuenta de
que lo mejor es pasar a través de él, para derribarlo,
para dejar huella, y así tener un testimonio del
tránsito de su vida en la historia. Sólo así se pudo
unificar Alemania; derribando el muro. Celebremos un
triunfo más de la humanidad.
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